Una imagen vale más que mil palabras

Últimamente estoy trabajando en unos proyectos muy interesantes relacionados con IR (Information Retrieval) y NLP (Natural Language Processing) que consisten básicamente en lo que su nombre describe, recuperación y tratamiento de gran cantidad de información textual, pero curiosamente sus resultados se presentan en informes con gran cantidad de imágenes y gráficos, evitando en lo posible escribir en exceso.

No hace falta reflexionar mucho para saber por qué es así, y es que a todos nos viene a la cabeza el dicho de “Una imagen vale más que mil palabras”.

Esta frase se puede explicar matemáticamente, haciendo ciertas suposiciones que por tanto restringen la certeza de las premisas, pero que como pueden ver y si las analizan en detalle, no les resta valor sino que incluso se lo aumentan.

Supongamos una imagen en 8 tonos de gris diferentes y de tamaño 256×128 (una imagen bastante pequeña, la imagen de aquí al lado tiene 235×325 pixels, y una riqueza de color de 16 millones de colores diferentes frente a los 8 propuestos)

Supongamos, de manera bastante utópica, que no existe redundancia, con lo que la probabilidad de aparición de una determinada imagen es:

Según la teoría de la información, descrita por el gran matemático Claude Shannon en su libro A Mathematical Theory of Communication en 1948, la anterior imagen nos aportaría:

Ahora supongamos a un locutor, que en contra de la ley de Zipf, posee un rico vocabulario de 10.000 palabras que es capaz de combinar para formar frases de cierta longitud dónde la repetición y el orden de las palabras SIEMPRE altera el significado, suponiendo una vez más la ausencia de redundancia.

Una frase de n palabras con las características anteriores tiene una probabilidad de aparición de:

Y una vez más, la información aportada es:

Para que la frase aporte la misma información que la imagen descrita, su longitud n deberá ser de:

Con lo que claramente queda demostrado que una imagen vale más que mil palabras.

Esto mismo que se explica aquí se aplica al diseño de interfaces de usuario, sólo hay que ver la evolución de los mismos, de consolas alfanuméricas a sistemas de ventanas, de manuales de usuarios interminables, a vídeomanuales…

Ahora sólo queda a discreción del lector el aplicar como mejor le convenga este conocido dicho que aquí hemos demostrado con cuatro pequeños cálculos y unas cuantas asunciones simplificadoras.

*Imagen tomada del repositorio de nuestro más valorado artísta Francisco José Redondo Gala

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