La incompetencia del peer-review en la publicación científica

Hoy he sentido vergüenza. El peer-review es completamente incompetente, y no me refiero sólo al tema del que tanto se ha hablado de la subjetividad sujeta a modas de los revisores, que también, sino a algo más básico y trivial que tiene que ver con los plazos de publicación.

Cuando envías un artículo a una revista, el editor o algún ayudante forma un comité de revisores y, según la temática del artículo, y la expertise de los revisores, asigna generalmente dos o tres de ellos a cada artículo. Estos revisores tienen un tiempo para devolver el artículo con una serie de comentarios y su valoración, que generalmente va desde el rechazo hasta la aceptación, pasando por las evaluaciones más comunes que implican que el autor realiza una serie de cambios, que pueden ser menores o mayores. Cuando se devuelve el artículo a su autor, éste, dependiendo de la evaluación, debe realizar los cambios pertinentes para dar respuesta a las demandas de los evaluadores. Y este ciclo se puede repetir varias veces. Y esto está bien, porque generalmente se consiguen artículos mucho mejores, ya que se incorpora la expertise de dichos evaluadores, algo que de otro modo igual no sería posible.

La incompetencia está en el tiempo que lleva todo este proceso, años en ocasiones, especialmente por el tiempo que el artículo está muerto en la bandeja de tareas pendientes del revisor. Y aquí es donde me incluyo y donde siento vergüenza, porque igual que padezco los tiempos de espera como investigador, también contribuyo a generarlos como evaluador.  Y siento vergüenza porque hoy mismo he contribuido en uno de los casos más extremos, en el caso de una revisión menor que sólo había que revisar si los autores habían hecho lo que se les había pedido, y que ha estado en mi bandeja de entrada varios meses. Cuando he visto lo que los autores han hecho, realmente comprometidos con su trabajo, y en menos de media hora he podido confirmar la aceptación del artículo, la vergüenza ha podido conmigo.

Puedo poner la misma excusa que todos y que siempre, el exceso de trabajo, la cantidad de cosas importantes a hacer, mis propias investigaciones, el día a día… pero quiero aprovechar esta vergüenza para realizar una reflexión que podría mejorar sustancialmente los plazos de publicación. Conseguir reducir los tiempos de publicación a una fracción de los actuales conllevaría grandes beneficios para los investigadores, y para la sociedad. Reducir el tiempo que tarda un investigador en publicar un trabajo, esperando las ansiadas revisiones que le permitan continuar, implicaría que el investigador pudiera centrarse en nuevas investigaciones, en lugar de estar atascado en la suya esperando comentarios. Esto aumentaría su productividad, tanto en número de publicaciones por año, como en lo más importante, en avance científico. Y esto reduciría considerablemente los costes sociales de mantenimiento de la ciencia, donde por ejemplo un doctorando becado debe conseguir un número de publicaciones determinado antes de poder defender su tesis, y por lo tanto parte del tiempo sustentado por dichas becas lo pasa en espera de los comentarios de los revisores, en lugar de poder centrarse en mejorar su trabajo o en tomar nuevas vías de investigación.

Por mi parte de esta vergüenza nace el compromiso de no volver a dejar en mi bandeja de entrada una revisión, y de atenderla y resolverla en menos de una semana desde su recepción. Y en caso de épocas de exceso de trabajo, rechazarla por el bien de todos.

 

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